La Educación necesita de herramientas eficaces para resolver los conflictos.
Una de las asignaturas pendientes en la formación del profesorado es la de conjugar el verbo “conocer” en su doble vertiente: activa y reflexiva. Son dos facetas fundamentales en el proceso de enseñanza-aprendizaje. La primera mira hacia afuera, en este caso conocer tiene que ver con saber, con contenidos que vamos a adquirir o que ya hemos aprendido y que enseñamos o mostramos a través de nuestras habilidades y competencias; mientras que la segunda mira hacia adentro, hablamos de “conocerme”, de “conocernos”, de autoexploración interior, de autoconocimiento y de “darme cuenta” bañándonos en el océano de los descubrimientos.
La Pedagogía Sistémica Cudec nos enseña que ninguna acción encaminada a la solución, puede obviar estas dos caras de la misma moneda. Para acompañar o ayudar en procesos de conflictos, necesitamos esta dualidad del conocimiento, primero para conmigo y después para con los demás.
El aprendizaje que me sirve es aquel que he automatizado; aquel que para mi es útil y se expresa en mi vida habitual y rutinariamente. Para ello necesita haberse fundido conmigo a nivel celular, formar parte de mi ser y de mi actuar; es entonces cuando me hago experto en esas parcelas donde lo conseguí.
Una de esas herramientas que necesita la Educación para resolver los conflictos, o lo que es lo mismo, que necesitamos todos los docentes, es haber sido capaces de fundirnos en la autosolución de nuestros propios conflictos; entonces y solo entonces, seremos habitual y rutinariamente expertos en el manejo de aquello que está en desorden y podremos contribuir eficazmente a su restablecimiento.
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