Desde el punto de vista semántico, la confianza tiene una triple acepción; por una parte está relacionada con la seguridad que tenemos de que vamos a lograr un determinado objetivo; por otra, tiene que ver con que podemos tener la esperanza firme de que algo suceda o funcione de una forma determinada; y por último, con el deseo de que otra persona actúe como nosotros desearíamos que lo hiciera.
Desde el punto de vista de la Pedagogía Sistémica Cudec, la confianza es una sensación interna que está muy relacionada con mirar más allá de lo que se muestra o sucede, con “tener el permiso para…”, en especial el permiso de nuestra familia o de la institución en la que trabajamos. ¿Qué nos ocurre cuando sentimos que confían en nosotros? ¿Entonces podemos abordar la tarea con fortaleza y decisión y con más posibilidades de conseguir aquello que buscamos? Sin lugar a dudas.
La confianza sistémicamente hablando, es el resultado de conjugar multitud de variables que dependen de los sistemas a los que pertenecemos y de cómo estamos vinculados a ellos y con las personas que lo forman. El vínculo es fundamental para que se genere confianza en nosotros, si me siento vinculado con alguien confiaré en él o el ella aunque no tenga razones lógicas para hacerlo.
Llegados a este punto, pudiéramos pensar que la confianza siempre es un sentimiento fortalecedor procedente de la vinculación. Sí, en parte es así; y además, la confianza también tiene que ver con otros tipos de vínculos especiales que se establecen en el seno de las familias y de las instituciones educativas. Me refiero a esos vínculos, muchas veces inconscientes, que nos conectan a creencias, ideas o destinos complejos. En estos casos, la confianza se puede expresar a través de mandatos como: “confío en que voy a seguir este camino igual que el que siguió mi padre, mi…”, “ confío en que me va a ir mal igual que le fue a mi…”. Entonces la confianza se muestra invertida y se expresa a través de dificultades por no tener el permiso para hacerlo diferente.
Con frecuencia la vinculación está asociada a la supervivencia, estableciéndose un juego de lealtades que dan prioridad en el presente al “cómo lo hicieron” sobre el “cómo se requiere hacerlo” impidiendo que podamos darnos el permiso para hacerlo de otra manera. Por el contrario, el vínculo en equilibrio contiene y genera la seguridad para poder aprender hasta de las equivocaciones.
Para el aprendizaje, la confianza es un ingrediente fundamental. El quehacer diario en las escuelas, necesita estar teñido de éxitos pequeños y cotidianos. Los pequeños éxitos son generadores básicos de confianza. Cuando el profesor o la profesora confían en que su alumnado va a ser exitoso, está mirando el éxito logrado en cada sistema y confía en sus familias y está abriendo las puertas al verdadero aprendizaje.
La confianza es activa, no se limita a esperar pacientemente. Bert Hellinger se refería a ella cuando decía: “Hacer lo que toca y esperar a qué suceda”. Una Educación confiada necesita ser acción en el presente más cotidiano, ser una suma de “Experiencias Cumbre”, que empodera y facilita el desarrollo de las competencias y el descubrimiento de los “potenciales ocultos” .
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